Despertando de una siesta algo prolongada, lancé la mirada hacia el jardín. El cielo pre-atardecer, lleno de colores fantásticos, mi invitó a salir, a observar más de cerca aquel paisaje. Zafiro y oro, entremezclado sobre un lienzo de algodón sin final. A intervalos, me acercaba a las ventanas para ver como aquel caprichoso pintor mezclaba los óleos al pasar los minutos. El ambiente pesado de humedad, y en los cielos, una manta gris que poco a poco extinguió cada destello dorado.
Y de repente...
¿Está lloviendo? ¡Está lloviendo!
Corrí hacia afuera y me senté en esos troncos que por falta de uso están cubiertos de polvo. Y ahí, deleitándome con el sonido de cada gota al caer y el olor a lluvia que tanto me gusta, me dejé inundar de recuerdos. Recuerdos no tan lejanos. Recuerdos de lluvias compartidas contigo. De tí y de mí y de un paraguas.
Yo tampoco quiero aprender a vivir sin tí. Puedo vivir sin lluvia...no quiero vivir sin tí.
No comments:
Post a Comment